“No, no es la feria de Alasita, es Santa Anita”, aclaraba un residente tarijeño a uno de los visitantes a este evento realizado el pasado domingo en el parque Lincoln de la ciudad de Cochabamba.
Y es que por segunda vez es organizada la feria de Santa Anita en el corazón del país, exportando las tradiciones tarijeñas a otras regiones, gracias al aporte de los residentes en esta capital.
Los visitantes podían notar una gran diferencia con las fiestas que llegan del occidente del país, pues en esta, los principales protagonistas son los más queridos de la casa: los niños.
Todos bien uniformados, la mayoría de chapaquitos o de mozas chapacas, así fueron instalados más de 38 puestos de venta.
En los bazares podía encontrarse repostería tarijeña, los platos tradicionales en miniatura como el saice o los picantes, refrescos como la aloja en vasitos justo para un trago, pequeños periodiquitos de Tarija alusivos a Santa Anita, ropita para muñecas, artesanías como las suertes sin blanca.
La suerte sin blanca hecha al aire la esperanza, un premio de poco valor económico como un vestido de muñeca, pero de alto contenido emocional.
“La gente de Cochabamba recibió de buena manera, porque a diferencia de ferias donde ves productos chinos o envasados, acá encuentras repostería, ropita tejida a mano, una experiencia única para ellos”, relató uno de los organizadores, Manuel Figueroa Velasco, propietario de Los Leños Sabor Chapaco, un restaurante que se quedó como una pequeña embajada de los tarijeños.
Manuel Figueroa, resalta que incluso existe el pedido de familias cochabambinas de ser parte también de la feria del próximo año, con el fin de que sus niños puedan disfrutarla.
Una pequeña fiesta de grandes potencialidades de exportación.