El primero de noviembre es el día en que los cristianos se congregan para recordar y orar por sus difuntos. Si bien el día es denominado como Todos Santos, no quiere decir que sea exclusivamente para honrar a los difuntos que fueron canonizadas por la Iglesia Católica, sino que hace alusión a todos los hombres y mujeres que supieron ser buenos cristianos a lo largo de su vida.
En un principio, la Iglesia celebraba la muerte de cada mártir en el día de su fallecimiento, pero con el tiempo según fueron muriendo más mártires y se fue haciendo complicado tener una celebración cada jornada del mes o incluso compartir fechas de conmemoración. Por este motivo, el papa Gregorio III (690 d.C-741 d.C+) decidió unificar todas las muertes de los santos y mártires en un mismo día.
Inicialmente, la fecha se había establecido el 13 de mayo, pero luego fue cambiada al 1 de noviembre.
Cada día conmemora esta fecha recordando a sus fallecidos de diferente manera, y en Bolivia la gastronomía tiene una predominancia especial el primero de noviembre.
En el país, las comunidades originarias celebraban a sus difuntos desde tiempos remotos, pero con la llegada de los españoles, sus tradiciones se fusionaron con las tradiciones hispanas, por lo que esta fiesta se celebra el primero de noviembre, al igual que en España.
En Bolivia se tiene la tradición de celebrar desde el medio día del primero de noviembre, hasta el medio día del dos de noviembre. Según las creencias originarias andinas del país, cuando una persona muere, su alma se reúne con el Urkhu Pacha, el mundo que se encuentra debajo de la tierra de los vivos.
En este mundo subterráneo, de acuerdo a las creencias andinas, las almas viven el ciclo de la vida al revés; es decir, ellas nacen viejas para morir jóvenes y volver a vivir en el mundo de los vivos.
Entendida así, la muerte no es una ruptura con la vida, sino una etapa del ciclo de la vida. Esta visión es contraria a la visión lineal de la vida en la religión cristiana, en la cual después de la vida, se encuentra la vida eterna.
En Bolivia, se cree que las almas vuelven a visitar el mundo de los vivos para ver si su recuerdo perdura, una creencia que es compartida en otros países latinoamericanos, especialmente en México.

En el calendario pre-colonial, esta fiesta tradicional de los difuntos cae al final de la época seca, pues se debe tener en cuenta que todas las fiestas y ritos andinos están vinculados al calendario agrícola. Teniendo en cuenta esto, las almas de los muertos vuelven para abastecerse de los que preparan los vivos después de un periodo de restricciones, lo cual explica el fuerte componente gastronómico que gira en torno a esta celebración en el país.
En Bolivia, el primero de noviembre los cementerios se preparan para masivas visitas que empiezan a tempranas horas de la mañana, donde los familiares de los difuntos se congregan para armar pequeños altares que se traducen en festines a los pies de las tumbas. Las mesas son armadas con una mezcla entre los platillos favoritos de los difuntos, y las tradicionales panes con formas entre las que sobresalen las tantawawas, víboras, sol, luna, escalera y llama, cada uno de ellos con un particular significado.
Tantawawa.- Tanta, en aimara, significa pan; mientras que wawa, en aimara, significa niño. Según la cosmovisión andina, estos panes en forma de niño Representa a las almas que partieron al a mas allá, al otro lado del río o al denominado “pueblo eterno”.
Escalera.- Esta ofrenda es puesta para que el difunto, durante esa noche, pueda subir de las profundidades del inframundo, al mundo de los vivos, para abastecerse y disfrutar del festín.
Sol y luna.- Los panes que poseen esta forma, alejan al difundo de la oscuridad y alumbran su camino.
Llama.- Este animal simboliza la carga. Es el animal que ayudará al difunto a cargas las ofrendas para cruzar nuevamente al inframundo.
Cada uno de los componentes de la mesa sirven para hacer una conexión entre la vida y la muerte. Cada uno tiene un fuerte componente antropológico, social y cultural.
Una vez que la mesa esta puesta, se realizan oraciones y se deja todo listo para que a la medianoche, las almas puedan bajar a disfrutar de la ofrenda.
Al día siguiente, las familias retornan para hacer el despacho de las almas, levantando la mesa y repitiendo las oraciones del día anterior. En Bolivia es común que las familias pasen la noche junto a la tumba de sus difuntos.
Las almitas milagrosas
Aunque Todos Santos tiene como esencia a la familia, en Tarija hay una tumba que no deja de ser visitada por cientos de personas que a lo largo del año, pero especialmente la noche del primero de noviembre. Tierra Sacra, lugar donde trasladan los cuerpos que no tienen nicho a perpetuidad, y la tumba de estos jóvenes, son los dos puntos más visitados del Cementerio General de Tarija durante Todos Santos.
Se trata de la tumba de la tumba de Jorge Fuentes y Antonio Chuquimia, dos jóvenes que en 1978 fueron ejecutados tras ser atrapados mientras robaban una tienda de telas en el centro de la ciudad. Otra versión indica que ambos, en un intento de robo, terminaron matando a una pareja que se encontraba el interior del recinto.
Algunos los conocen como ‘los ladroncitos’, mientras que otros prefieren referirse a éste par como ‘almitas milagrosas’. Así, hay la creencia popular de que estas almitas milagrosas, conceden favores y deseos a quienes acuden a su tumba, por lo que no es extraño encontrar ofrendas florales, cigarrillos, coca y cartas, no solo durante la festividad de Todos Santos, sino a lo largo del año.

La noche que fueron atrapados, la justicia decidió darles ley de fuga, muriendo ambos tras los disparos de la policía. Las personas con problemas judiciales suelen frecuentar su tumba ya que creen que al haber sufrido como ellos, sus almas intercederán a su favor.
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Mercedes Bluske
