La ciudad se ilumina con diversos tonos que se proyectan en el cielo como anuncio del nuevo año que se acerca, pero a esa lluvia de colores se le suma un perturbador ruido que se extiende por la madrugada. Mientras unos lo celebran, otros lo padecen.
El Centro Sombreritus, especializado en comunicación de desarrollo y autismo, pide mediante una carta abierta a la población de Tarija, que pueda “abstenerse” del uso de pirotecnia en las celebraciones de fin de año, por el “impacto negativo” que tiene su uso en las personas con autismo como de otras condiciones que las hacen vulnerables en la preservación de su salud mental.
“Si bien consideramos que la celebración de fin de año en particular tiene un mayor significado por los desafíos que nos tocó vivir, consideramos nuestra obligación hacerles llegar esta información”, dice la directiva de este centro especializado, antes de argumentar con datos científicos de los daños que produce el uso de pirotecnia.
Efectos en personas con TEA
El informe del Centro Sombreritus indica que los niños y adultos con trastorno del espectro autista (TEA) pueden reaccionar de diversa forma o grados que van desde irritabilidad, agresividad miedo incontrolado, llanto de forma continua hasta incluso terminar con una fuerte crisis de ansiedad y pánico.
“Esto sucede porque el niño con TEA tiene alterado el procesamiento auditivo como tal, por lo que muchos pueden ser hipersensibles a la bulla y más aún a los ruidos fuertes como los que generan la licuadora, aspiradora, aviones, globos y otros”, explica la carta.
“Si para estos niños estos sonidos resultan insoportables, pueden imaginar lo que representa el estallido de cohetes y otros pirotécnicos”, le dice a Verdad con Tinta, Beatriz Paputsakis Burgos, quien es parte de esta organización.
Según el informe que es firmado por la directora de este centro, Sossi Dorado Garnica, las personas con TEA, en su desesperación, pueden llegar hasta a autolesionarse debido al miedo y angustia que enfrentan en esos momentos.
“Gaby se paró en la cama con cara de susto y gritaba, hacía movimientos estereotipados con sus manos y luego de que se pasó todo, se quedó unos minutitos más haciendo estereotipias. Fueron cinco minutos que no la pasó nada bien”, dice parte del relato de Carlos Orellana Ayala, un neuropediatra que es padre de una niña con autismo, al recordar una de las traumáticas celebraciones de Año Nuevo que vivió junto a su hija.
Sossi Dorado, psicóloga de profesión, recuerda que la calidad de vida de las personas con autismo se ha visto “seriamente comprometida” por los efectos de la cuarentena por la pandemia de coronavirus COVID-19.
La especialista refiere que el entorno familiar más próximo también fue “muy afectado” ante la necesidad de brindar contención y estabilidad “en una situación para la que no estábamos preparados”.
El Centro Sombreritus pide “tomar en cuenta” esta petición de abstenerse del uso de pirotecnia en las celebraciones, porque puede afectar más a estas personas—de lo que ya están— generando dificultades mayores en su entorno familiar, pues el apoyo terapéutico también se ha visto “limitado” por la pandemia.
Más afectados
Una situación similar viven los niños y adultos con parálisis cerebral. “En ellos estar sometidos a constantes petardos hace que sus músculos se contraigan y experimenten fuertes espasmos musculares, generándoles saltos o brincos constantes”, acota el documento.
Decibeles de dolor
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la salud integral y auditiva no se afecta si una persona se expone a niveles de ondas por debajo de los 55 decibeles.
El petardo promedio genera ruidos de 140 decibeles y los fuegos artificiales más de 190. Es decir, ambos juegos pirotécnicos superan la cantidad de decibeles que el oído y la mente soportan sin daños, según refiere el informe de la OMS.
La intensidad del sonido se mide en decibeles (dB). Un ambiente saludable desde el punto de vista acústico, no sobrepasa los 55 dB, según la OMS.
En las unidades de cuidados intensivos neonatales y áreas hospitalarias no debe sobrepasarse los 45 dB, según regulaciones médicas (US Enviromental Protection Agency, EPA).
Daños a los bebés
“Usualmente, cuando hablamos del uso racional de dichos artefactos pirotécnicos, la mayoría de publicaciones se refieren al efecto nocivo y hasta letal, sobre nuestras mascotas”, refiere la carta.
El documento acota que aunque es importante proteger a los animales, no se debe olvidar que el uso de dichos artefactos puede afectar también “severamente” a los niños, incluso antes de nacer.
Las mujeres embarazadas se exponen a ruidos intensos, “sin darse cuenta que sus bebés aún no nacidos están también en riesgo de lesiones importantes”.
Este documento refiere que los ruidos de alta intensidad, y de manera repetida, pueden generar pérdida de la audición en los fetos.
Los fetos pueden oír a las 28 semanas sonidos o ruidos a 40 decibeles, mientras que a las 42 semanas perciben incluso sonidos de 13,5 decibeles.
“En los recién nacidos, que vienen de un ambiente pacífico, sin luz y sin mucho ruido, la exposición a los fuegos artificiales puede generar respuestas y efectos notables”, dice el documento.
La carta expone que los bebés que han permanecido hospitalizados bajo estímulos sonoros de 50 a 80 decibeles, tienen riesgo de pérdida de audición sensorio neural de 4 al 13%.
“Quiere decir que la exposición de los recién nacidos al ruido de los fuegos artificiales podría tener efectos a corto, mediano y largo plazo, tanto al aparato auditivo, como al estado autonómico”.
El estado autonómico se refiere a la alteración de la frecuencia cardiaca, respiratoria, presión arterial, como la afectación de las fases de sueño-vigilia.
“En síntesis, el ruido constituye un factor de estrés importante”, sentencia el documento.
El informe del Centro Sombreritus cita dos tipos de efectos que se dan por los juegos pirotécnicos en los niños, el prenatal y el postnatal.
El prenatal que es relacionado al daño del ruido sobre el feto en el desarrollo de los órganos sensoriales periféricos de la audición.
El efecto postnatal se relaciona con quemaduras y mutilaciones por su manipulación.
Por el ruido, los principales efectos son por pérdida de la audición o disminución de la capacidad auditiva, efecto emocional como taquicardia, aumento de presión arterial, temor, pánico y llanto.
“Obviamente, a menor edad el efecto auditivo es mayor, especialmente en los recién nacidos”, argumentan en el informe.
Hay que recalcar que un petardo promedio llega a 140 decibeles y los fuegos artificiales hasta 190 decibeles, niveles por encima de los parámetros saludables ¡Evítalos!
Para un mejor entendimiento de los decibeles te presentamos ejemplos de diferentes situaciones y su medición en decibeles:
– 10dB: susurros, respiración
– 30dB: oleaje suave de la playa
– 50dB: conversación normal
– 70dB: conversación en voz alta, griterío, tráfico
– 80dB: camión en movimiento, timbre
– 90dB: fábrica, aspiradora
– 100dB: banda de rock
– 110dB: claxon, petardos, pirotecnia
– 120dB: Umbral de dolor
– 150dB: avión a reacción
– 180db: cohete espacial