No recuerda con exactitud, pero M.M tenía alrededor de 11 años cuando recibió su primera menstruación o menarquia. Se encontraba de viaje en la ciudad de La Paz junto a su madre y una de sus hermanas visitando a unos parientes y aquella mancha roja en la ropa interior no estaba dentro de sus planes vacacionales.
Si bien M.M. estaba al tanto de que se trataba de la menstruación, pues su hermana mayor ya había pasado por aquello, una profunda vergüenza se apoderó de ella.
“No quería que todas las personas que estaban allí se enteraran”, recuerda mirando atrás, cuando ya han pasado un puñado de décadas desde aquel día.
“Recuerdo que me ponía papel higiénico por toneladas para no mancharme y lo tenía que cambiar con constancia”, relata quien ahora es madre de dos mujeres y le ha tocado conversar con cada una de ellas sobre la menstruación.
Después de ese evento, no volvió a recibir la «regla» durante un año. Para ese entonces, cuando volvió a sangrar, recuerda que estaba en casa y acudió a su madre para contarle que ya había sangrado un año atrás. Su madre fue una pieza fundamental para contenerla y explicarle que se trataba de algo natural. Esas mismas palabras la ayudaron a conversar del tema con sus hijas, cuando tuvo que hacerlo.
Aunque más de 1800 millones de personas en el mundo menstrúan una vez al mes, el mero hecho de conversar sobre el tema o mencionar la palabra “menstruación”, continúa generando incomodidad en pleno siglo XXI.
Las conversaciones pendientes en la materia, se han traducido en desconocimiento, desinformación y tabúes para miles de niñas alrededor del mundo, quienes atraviesan la menarquia con miedo, dolor e incertidumbre.
“La menstruación suele generar vergüenza y asco, porque eso hemos aprendido”, explica la sexóloga Denisse Suarez, quien enfatiza en que a través de la historia, el tabú menstrual se construyó por influencia de condicionamientos culturales, sociales y religiosos.
De acuerdo a cada época y cultura, ha pasado a ser considerada desde maldición, infortunio, estado de impureza, de inmundicia, de descomposición, de repugnancia y hasta de enfermedad. Por eso, aún se plantea que es el tabú más antiguo de la humanidad.
Cirly Rosario Cobo Rocha, coordinadora responsable del centro Mery Stopes en la Villa Primero de Mayo de Santa Cruz, relata que en los siete centros médicos que tiene esta ONG en el país, observan que hay poca educación sobre la menstruación; un fenómeno que se observa en Bolivia, como en la mayoría de los países en desarrollo, lo cual ha contribuido a que las percepciones sobre este tema sean una construcción social formada por la falta de información.
“Por esta situación, las niñas tienen miedo o vergüenza de hablar sobre la menstruación”, asegura Cobo, quien explica que esto afecta a las niñas tanto emocionalmente, como en su salud.
En Bolivia la edad promedio de la menarquia oscila entre los 11 y 16 años. En algunos casos se presenta a los 9 años, aunque estos son minoritarios.
Otro aspecto que contribuye a que la menstruación sea percibida de forma negativa, son tabúes o nociones impuestas por la sociedad, por ejemplo; que deben dejar de realizar ciertas actividades, como el deporte.
También está la creencia de que deben dejar de consumir ciertos alimentos, convirtiendo a la menstruación en algo restrictivo.
“En Bolivia es frecuente escuchar a las mamás decir a sus hijas que no pueden tomar limonada o bebidas frías, bajo la idea de que la sangre se les va a quedar ahí”, ejemplifica la doctora, quien insiste en la importancia del núcleo familiar para abordar la menarquia como algo natural, como lo es, y positivo.
Sin embargo, desde el ámbito educativo tampoco hay esfuerzos suficientes para impartir una educación sexual adecuada a hombres y mujeres.
Según Mery Stopes, más del 40% de las niñas se enteran de la menstruación cuando reciben su primera regla. Esto lleva a que la experiencia sea traumática para este porcentaje, pues la mayoría considera que se hicieron alguna herida, que se están desangrando o, peor aún, que están muriendo.
En la etapa escolar las niñas suelen sufrir acoso por parte de los compañeros cuando se manchan en clase, lo cual también contribuye a fomentar la idea de que es algo vergonzoso y malo, afectándolas emocionalmente.
De ahí que la menstruación es una temática que debe ser abordada tanto con las mujeres como con los hombres.
A raíz de esto, es que en el país se ve un ausentismo escolar más marcado en jóvenes de entre 13 y 15 años, porque una buena parte de este sector prefiere evitar ir al colegio durante el periodo de menstruación.
La falta de condiciones higiénicas en un porcentaje significativo de los colegios del país, también es parte del problema, pues las jóvenes no cuentan con servicios sanitarios óptimos en los centros educativos.
A veces, aspectos tan simples como la falta de seguros en los baños o la ausencia de basureros o papel higiénico, convierten la tarea de cambiar una toalla higiénica en una experiencia angustiante.
En el área rural, donde no solo los servicios sanitarios son más precarios, sino que los índices de pobreza son más altos, la menstruación se vuelve más difícil.
Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en 2020 la pobreza extrema alcanzó el 14,7%, mientras que la pobreza moderada llegó al 37,5%.
Aunque los indicadores han mejorado en los últimos años, la pandemia y los conflictos sociales han agravado la situación en 2020.
Un paquete de toallas higiénicas tiene un costo de entre Bs 6 y Bs 15, según la marca y características.
“La mayoría de los pueblos con extrema pobreza se encuentran en las comunidades rurales orientales”, enfatiza Cobo. Allí, donde comer es una misión de supervivencia, el acceso a productos de higiene menstrual es un lujo al que las mujeres no pueden acceder.
“Las niñas pueden utilizar papel periódico, hojas, toallas de algodón o trapos”, agrega la doctora Cirly Cobo. Esto, sin duda, lleva a una higiene deficiente y por ende, convierte a estas mujeres en víctimas de infecciones vaginales y hongos de manera constante.
Aunque países como Argentina han tomado la delantera elaborando más de 16 proyectos de ley de alcance nacional y subnacional, con los cuales buscan que la gestión de la menstruación se convierta en una prioridad en las políticas públicas, en Bolivia el tema aún no ha llegado a la agenda pública, lo cual se convierte en un impedimento para superar brecha de la denominada “pobreza menstrual” en el país.
¿Porqué es importante hablar de la menstruación?
Para la sexóloga Denisse Suarez, es importante hablar de menstruación porque es la única forma de sacarla del lugar escondido, íntimo y de vergüenza donde está. Hay que hablar de menstruación para enseñarle a las niñas y mujeres que la mitad de la población mundial menstrúa.
Además, nombrarla por su nombre ayuda a darle una nueva estructura, un nuevo significado y a deshacer el estigma antiguo que hizo daño a las mujeres.
“Hay que hablar de la menstruación para que las niñas y mujeres vivencien su ciclo ovulatorio como parte fundamental de estar creciendo saludablemente”, asegura la profesional, quien enfatiza en la importancia de solventar la idea de que menstruación es salud; un proceso biológico que le pasa a todos los cuerpos menstruantes todos los meses por 40 años y que representa un signo de salud.
Hablar sobre esto abiertamente contribuye a convertirla en una experiencia positiva para las niñas, enseñándoles lo maravilloso del funcionamiento de su cuerpo, sus cambios y procesos de crecimiento.
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