Ser parte de esta lista a través de un bien tangible o intangible, reviste una importancia por la promoción que trae consigo, convirtiéndose así en el paraíso del turismo. Pero más allá de la promoción, el aspecto más importante de ser reconocido como “patrimonio de la humanidad”, es la protección que reciben tanto los bienes materiales como inmateriales, para garantizar que el paso del tiempo, o del hombre, no acaben con ellos.
Si bien el título de “patrimonio de la humanidad” no surgió hasta 1972, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo oficializó en la convención de ese año.
Dicha convención fue realizada para la protección del patrimonio mundial cultural y natural, estableciendo que ciertos lugares del planeta con un “valor universal excepcional” pertenecen al común de la humanidad, aunque, la semilla que dio origen a esta declaratoria surgió unos años antes.
A mediados del siglo pasado, Egipto decidió aprovechar el caudal del río Nilo, construyendo la presa de Asuán, para lo cual, se debía inundar un amplio terreno donde se hallaban obras como el templo de Abu Simbel o el de File.
Ante esta realidad, la comunidad internacional se pronunció en contra de que esta situación sucediera y logró reunir alrededor de 80 millones de dólares para proteger estos lugares, trasladándolos a otra zona.
Tras la convención de 1972, fueron 34 los países que se anexaron a la declaratoria y, en 1977, se inscribieron los primeros cinco bienes culturales y ambientales a la lista, con el fin de ser protegidos y asegurar que la intervención humana no acabe con ellos.
En Bolivia, son reconocidas como patrimonio de la humanidad la ciudad de Potosí, las misiones jesuíticas de Chiquitos, la ciudad de Sucre, el fuerte de Samaipata, el parque nacional Noel Kempff Mercado, los sitios arqueológicos de Tiwanaku y el complejo Qhapaq Ñan.
Patrimonio cultural intangible
El patrimonio cultural o patrimonio cultural intangible, forma parte de las declaraciones de la Unesco para la salvaguardia de elementos sin sustancia física, o formas de conducta que procede de una cultura tradicional, popular o indígena, y a los que se les concede un valor oral o inmaterial excepcional.
La lista comenzó en 2001 con un conjunto de 19 obras a la que luego se añadieron otras 28 en 2003. El 25 de noviembre de 2005 se emitió una lista agregando otras 43 obras.
Cuando hablamos del patrimonio inmaterial, el lugar de preservación de éste es la propia mente, y el ser humano es el instrumento para su materialización. Así, el objetivo de esta declaratoria es la transmisión del conocimiento para la manifestación colectiva.
El patrimonio cultural intangible pretende proteger el patrimonio cultural, recuperando y difundiendo los valores y la cultura.
En Bolivia, son siete las declaratorias de “patrimonio cultural intangible”: el Carnaval de Oruro, la cosmovisión andina de los kallawayas, la fiesta mayor de San Ignacio de Moxos, El Pujllay y el Ayarichi, los recorridos rituales en La Paz durante la Feria de la Alasita, el festival de la Santísima Trinidad del Señor Jesús del Gran Poder de la ciudad de La Paz y más recientemente, la Fiesta Grande de Tarija, en honor a San Roque.