Previo al 2020, y concretamente antes de la pandemia por covid-19, podría haberse pensado que un tiempo de cuarentena no era el ideal para abrir un emprendimiento, sino todo lo contrario. Aun así, ese año fue testigo del surgimiento de toda una ola de emprendedores en Tarija.
Una ola que abrió las puertas virtuales de negocios con productos artesanales y caseros; desde comestibles hasta joyería.
Esos mismos emprendedores que sentaron raíces virtuales, buscan un espacio físico que permita la interacción presencial con sus clientes. Sin embargo, los altos costos de alquileres y el anhelo de establecer una tienda en el casco viejo de la ciudad limitaban la ilusión de poseer un espacio en las calles tarijeñas.
Es así que el modelo de tienda colaborativa se convirtió en una oportunidad para quienes están dispuestos a compartir un mismo espacio para acercar su trabajo a los potenciales clientes. Otras variantes como el atelier o el showroom llaman igualmente el interés de los emprendedores.
La tienda colaborativa
La tienda colaborativa por excelencia en Tarija se llama “Mercadito Creativo”, porque este espacio adopta y aplica todas la características de una.
Fue un 4 de diciembre de 2020 cuando Aracely Sotelo abrió las puertas de la tienda que hoy es referente para el resto, junto a otras seis marcas.
Hoy, son 28 emprendimientos los que ocupan los estantes del “Mercadito Creativo”, con un modelo de negocio innovador e inclusivo, en el que cada marca paga un alquiler por el espacio que ocupa con sus productos en el local.
La tienda colaborativa es un concepto europeo que ha cobrado fuerza en Sudamérica, dando la posibilidad de tener un espacio físico a emprendedores que no podrían costear una tienda para ellos solos.
El monto de los alquileres se utiliza a su vez para el alquiler general de la tienda —ubicada a media cuadra de la plazuela Sucre—, y el emprendedor recibe todas las ganancias por la venta de sus productos, ya que no se le cobra comisión.
Para Aracely, la importancia de un espacio físico radica en la posibilidad del cliente de interactuar con el producto y en alcanzar nuevos públicos. No obstante, ello no implica que se pueda descuidar la labor en redes sociales.
“Los emprendedores que no trabajan sus redes no venden, por más que sus productos estén en la tienda”.
Si bien la mayoría de los emprendimientos nació en pandemia, Aracely opina que la labor en redes sociales es una mejora pendiente para casi todos ellos, grupo en el que se incluye. “Cuando algunos productos no se venden bien, tratamos de rotar sus ubicaciones”, añade.
La atención del Mercadito Creativo se reparte entre Aracely y dos emprendedoras contratadas. La labor de guiar a los clientes por un espacio compartido por 28 marcas la describe como “ser una guía turística de marcas y productos”.
El espacio emprendedor
Si bien Violeta Erazo Casal, quien encabeza La Artificería, no identifica a su espacio como una tienda colaborativa, esta sí guarda algunas similitudes con el modelo.
Lo que ella hace es más bien “ofrecer un servicio a los emprendimientos a cambio de un monto fijo mensual”.
Dicho servicio consiste en la exposición y venta de los productos, la atención al cliente y promoción en redes sociales.
Aunque este modelo le permite a Violeta cubrir el alquiler y los servicios, afirma que, si La Artificería no acogiera a otras marcas, no le sería posible pagar un alquiler mensual: “Empezando como emprendedor, es económicamente imposible acceder a un alquiler. Somos la generación que no conoce terreno barato”, asegura.
Una de las características de La Artificería es que parte de sus productos base son comestibles, por lo que la oferta es más variada que en otros espacios. Pero ello no implica que no exista competencia entre emprendedores.
Violeta no teme decir que se trata de una competencia directa entre productos de la misma naturaleza, pero no ve nada negativo en ello. “Es una competencia sana que nos ayuda a mejorar”.
Para quienes venden comida, un espacio físico es esencial para la degustación del cliente.
La Artificería mantiene siempre dos productos para consentir el paladar de su público.
Este local se encuentra en la calle Domingo Paz casi esquina Suipacha.
El atelier
Esta palabra de origen francés hace referencia a al “taller o estudio de un pintor, de un escultor o de un modista”; sin embargo, María José Ruiz adopta la definición más amplia de atelier y la entiende como un espacio de creación, exposición y venta de productos.
En “Atelier Alma Creativa”, María José pasa el día trabajando sus productos de papelería en un espacio que guarda el equilibrio perfecto entre el escritorio de oficinista y el desorden de un artista.
Alrededor de ella se encuentran repisas y estantes con recipientes, cuadernos, plantas de adorno y hasta tejidos. Todo en una paleta de colores pastel que invita a pensar que la estética es un requisito para entrar al atelier.
María José es de las que se animó a inaugurar un espacio propio y se topó con una dura realidad. Porque la tienda de Manina —su marca de papelería— duró pocos meses en el centro de Tarija. El alto alquiler la obligó a ceder en el primer intento.
Un alquiler a una cuadra de la plazuela Sucre —el espacio más anhelado por el nicho— cuesta como mínimo entre Bs 1500 y Bs 1800, sin tomar en cuenta servicios como luz, agua o internet, y con espacios que obligan a explotar la creatividad para hacer rendir hasta el último centímetro cuadrado.
Las mensualidades disminuyen con cada metro que se alejan del centro.
Sin embargo, tomando como referencias a tiendas de otras ciudades, María José hizo un nuevo intento, esta vez con un modelo colaborativo.
El Atelier Alma Creativa es hogar de hasta once marcas y se ubica en la avenida La Paz. El que esté relativamente lejos del centro de Tarija implicó una de las lecciones más importantes para ella. “Los emprendedores pensamos que, si nuestra tienda no está en el centro, no va a funcionar. Pero ahora sé que la gente apoya y que, si le gusta tu producto, va a ir donde estés”.
María José es de las que piensa que es mejor evitar competencias internas, por lo que toda la oferta del atelier es de marcas distintas entre sí. Ve en esa decisión la ventaja de que cada marca ataca a un público distinto.
El showroom
Este extranjerismo puede traducirse como “salón de exposición” y es también uno de los modelos empleados en Tarija, tanto a tiempo completo, como por exposiciones temporales.
En el local B 15 del Paseo Plaza de Compras, Ángeles Rojas y Alejandra Olaguivel alternan horarios, van, vuelven, se turnan o están juntas, pero siempre está una de las dos en el showroom de sus emprendimientos.
La razón de ser de este espacio es una historia fugaz: Alejandra, luego de meses de soñar con su tienda, se animó a abrirla en esa misma ubicación. Ya instalada, no pasaron dos días antes de que se dé cuenta de que hacerlo sola era una tarea quijotesca y hasta suicida.
Una llamada a Ángeles bastó para convencerla de que se sume al espacio como coadministradora. Más tarde sumaron otros emprendimientos e idearon un plan para sacar a flote el espacio.
“No somos un atelier ni una tienda multimarca. Somos un showroom”, sentencia Ángeles. La diferencia radica en que el showroom expone y vende solo lo que tiene en stock; a diferencia del atelier que crea productos en el mismo espacio.
En el caso de Ángeles y de Alejandra, el alquiler se divide de manera distinta. Ellas cubren con casi todos los gastos, mientras que las marcas que cobijan se encargan del 15 %.
Desde la experiencia
Marcela Palacios y Sarahí Luna son dos emprendedoras que llevan más de un año como parte de una tienda colaborativa. Destacan como ventaja de este modelo de tienda, la posibilidad de hacer entregas en el lugar, ya que aún captan clientes por redes sociales.
Pero el tema que más tiempo ocupa cuando hablan de su experiencia es la oportunidad de conocer a otras jóvenes emprendedoras como ellas.
Marcela y Sarahí han construido vínculos con sus compañeras de tienda que van más allá de compartir un estante. Celebran los cumpleaños y logros de sus amigas, de la misma manera que saben perfectamente los precios y características de los productos de cada una de ellas.
Marcela dice que es importante la relación entre compañeras, porque al formar parte de un espacio en conjunto “llegamos a ser como una comunidad”.
Si bien para ellas todo es una ventaja a la hora de tener un espacio donde mostrar sus productos, coinciden también en la presión que implica nutrir un stock semanalmente.
“A veces puede ser difícil porque también hay que estudiar y hacer otras cosas, pero hay que mantener el stock porque tenemos que pagar el alquiler. Esa presión también te obliga a ser más creativa”, dice Saraí.
Marcela y Sarahí trabajan papelería y croché, respectivamente, pero en Tarija hay gente que emprende con pulseras, bufandas, gorras, velas, macetas, cactus, stickers, pósteres, marcapáginas, collares, aretes, anillos, carteras, peluches, juguetes, poleras, tops, pinturas, esculturas, cepillos de dientes, pastas, pasteles, tortas, bebidas, tés, galletas, cuadernos, agendas, cinturones, tazas, retratos, jabones y un largo etcétera.
Y todos se tienen que enfrentar a una realidad que limita la exposición de sus productos a la oferta virtual, dejando como únicos espacios presenciales las ferias y los modelos de tiendas colaborativas.
«La Vaquita»
Este es un proyecto de Verdad con Tinta que pretende apoyar a pequeños emprendimientos locales con un fin social.
Si bien La Vaquita no cuenta con un espacio físico para la oferta de los productos, este proyecto colaborativo pretende aglomerar a diferentes emprendimientos locales para ofertar productos con sentido social. Es decir, por la venta de cada producto en nuestra plataforma digital, un porcentaje es donado a una causa social. Marcas locales como Manina, Fábula y Okulto forman parte de la primera campaña de productos de la plataforma solidaria.
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