Entre la calle General Trigo y la esquina Avaroa, se alza discreta pero viva La Casilda Cultural, una casa de arte con una sensación hogareña. Fue allí donde el pasado viernes 25 de abril a las 20.00 se presentó Marcio Aguilar Jurado con su libro de cuentos Valle, que fue ganador del Premio Nacional Franz Tamayo 2024.
Más que una presentación literaria, lo que ocurrió fue un ritual íntimo, una ceremonia de la oralidad, palabra, memoria y sabor.
Al llegar, la bienvenida fue cálida, casi doméstica: un “buenas noches” que se sentía honesto, como si la casa supiera que uno venía de lejos, aunque fuese solo desde unas cuadras. Al sentarse, una pequeña vela se encendía en la mesa. Luego venía el menú recitado con voz suave y ceremonial: el plato principal: un ají de fideo, como alternativa, un sándwich de chola, platos tradicionales del occidente boliviano. Las bebidas eran tan diversas, desde una refrescante horchata de avena hasta un cantarito de chuflay, bebida tradicional tarijeña, a la cual el singani le da ese toque de picardía.
El entorno acompañaba la escena con igual cuidado: pinturas colgadas, dibujos, colores y fotografías que tejían una atmósfera íntima, bohemia y acogedora. La Casilda parecía más un refugio; un lugar donde la literatura no se presenta, se celebra.

Pasadas las ocho, comenzó la velada literaria. Marcio, autor de Valle, tomó asiento junto a dos voces invitadas para el comentario de su obra: Isabel Antelo Romero, escritora y ganadora del mismo premio en 2020 y Jorge Mustaffá Quirós, maestrante en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. Ambos ofrecieron una opinión lúcida, sentida y profunda de la obra.
Mustaffá centró su comentario en dos dimensiones: la representación de la oralidad y las pinceladas góticas. Habló del riesgo asumido con valentía por el autor, de representar en la página escrita una oralidad local, tarijeña, que vibra con las inflexiones, sonidos y ritmos propios del habla de la región.
El cuento personifica al viento, lo convierte en un ser que piensa, habla y amenaza. El viento, que aparece en agosto, tiene algo de mal augurio, de presencia mítica. No puede entrar en iglesias, como los antiguos vampiros no podían pisar tierra santa. Esta figura fantástica no está desligada de lo local: al contrario, el cuento se nutre de la memoria, de la infancia, del barrio. Es una Tarija reconstruida desde la emoción, más real en su recuerdo que en cualquier mapa.
Jorge Mustaffá resalta que esta obra dialoga con otras escrituras del continente que apuestan por lo mismo: una hibridez entre lo mítico y lo regional, entre lo gótico latinoamericano y la cotidianidad provinciana. El resultado es un cuento que no solo representa una realidad, sino que la transforma, la eleva a un plano literario profundamente sugerente.
Isabel Antelo destaca con agudeza el manejo excepcional de la oralidad en Valle, una oralidad que no suena impostada ni forzada, sino vivida. Comparó su lectura con la experiencia de sumergirse en los textos de Fernanda Melchor, donde lo hablado se vuelve carne de literatura.
Para Isabel, el cuento no solo logra capturar el ritmo y el sentir del habla chapaca, sino que evade los clichés folclóricos para construir una Tarija verdadera: una ciudad relativamente pequeña, sí, a veces claustrofóbica, por la iglesia como autoridad simbólica, por el clima como tema cotidiano y por el viento… ese viento que aquí no es solo aire, sino presagio, memoria y destino. Valle “no idealiza ni embellece, sino que representa, con una autenticidad rara y poderosa, lo que realmente somos”.

Marcio dice que su ejercicio fue intencionalmente ficcional y rebelde. Inspirado por obras que trabajan con oralidad como Panza de burro de la joven española Andrea Abreu o Pombero de la argentina Marina Closs, asumió la escritura como un acto de desafío frente al “tiránico español monótono”, ese que exige corrección y pureza gramatical. Su intención fue abrir una grieta en ese discurso, construir desde allí una voz que represente “cómo hablamos aquí”, con nuestras inflexiones, errores y belleza.
La distribución del libro está a cargo de Editorial 3600 y del mismo autor.
La noche concluyó entre risas suaves, vasos vacíos de horchata y conversaciones que se resisten a morir. La vela en la mesa seguía encendida. Como si esa llama también fuera un cuento, esperando ser leído.