Si hay algo que atraviesa de forma transversal la vida de Fátima Tardío Quiroga, es la pasión. Pasión por la enseñanza, pasión por su profesión y pasión por las metas y desafíos que se propone alcanzar.
En un país en el que apenas el 30% de las mujeres acceden a puestos jerárquicos, ser apasionada parece ser un ingrediente indispensable ante la incansable lucha contra los estereotipos y la inequidad que gira entorno a la mujer en los espacios laborales.
Ella es de esas mujeres que habla con seguridad, se expresa en términos correctos y que sí; exuda pasión en cada palabra, en cada gesto y hasta en el color violáceo que cubre sus labios.
“He logrado conjugar dos cosas que llevo en la sangre, que son el amor por el Derecho y el amor por la enseñanza”, asegura Tardío, quien desde temprana edad palpó en el seno de su hogar el poder de la enseñanza como transformación social-gracias a su madre- y la pasión por las leyes, que llegó de la mano de su padre.
Recuerda que desde muy chica acompañaba a su madre a la pequeña escuela rural donde daba clases en Tarabuco. De hecho, fue ahí donde Fátima aprendió a leer de manera precoz, viendo a su madre enseñar a otras niñas.
Aparte de la lectura, su primera lección de feminismo o de empoderamiento de las mujeres, también se la dio su madre sin siquiera pretenderlo, pues ella fue una de las fundadoras de aquel pequeño colegio llamado Rosalía Viuda de Antezana, una de las primeras escuelas rurales para mujeres.
En retrospectiva, su vida parecía estar predestinada. El fruto de sus pasiones terminó llevándola al ámbito de la enseñanza, donde se desempeña desde sus 24 años como profesora de Derecho, y desde donde encaró incontables desafíos para abrirse paso como docente, pero sobre todo como mujer, en un mundo que no solo está construido sobre la piedra patriarcal, sino que tiene predominante presencia masculina en los espacios institucionales y que está escrito desde la masculinidad.
Ser mujer y ser joven, fueron dos estereotipos contra los que tuvo que batallar durante más de 12 años para llegar hasta donde está; en un país como Bolivia, en el que la brecha de género, lejos de cerrarse, cada vez se agranda y se agrava con casos de violencia machista que conduce hasta la muerte a víctimas cuyos nombres no olvidamos.
Según reporta el Índice Global de la Brecha de Género, el cual analiza la división de los recursos y las oportunidades entre hombres y mujeres en 149 países, Bolivia pasó de ocupar el puesto 17 en 2017, al puesto 25 en 2018. El retroceso es significativo.
“Creo que el ambiente profesional sigue siendo muy cerrado para los profesionales jóvenes, pero sobretodo para las mujeres jóvenes”, acota Fátima, quien explica que en lo laboral hay ciertos lobbies que generan los hombres y a los cuales las mujeres no tienen acceso. “Hay un veto implícito”. El fútbol, la política, sus logias, son espacios creados por y para ellos, desde donde crean sus propios vínculos.
Pese a los tropiezos y dificultades, su lucha fue una escalada exitosa, donde la preparación académica y la suerte, se convirtieron en sus mejores aliados.
“Digo que fue suerte, porque después de muchos años se abrió un concurso para la titularidad docente”, agrega la abogada, quien en aquel entonces entró al examen de competencias y titularidad disputándose el cargo con profesionales que inclusive habían sido maestros suyos en las aulas.
Aquella primera victoria la impulsó no sólo para seguir persiguiendo sus sueños, sino para convertirse en la voz de cientos de mujeres y encarar una lucha por los derechos y empoderamiento de la mujer, desde las aulas de la universidad pública.
Así, con su visión progresista y enfocada en inspirar a los jóvenes, el año 2014 decidió postularse para ser directora de la carrera de Derecho. El camino le resultaba inverosímil, pero la vida una vez más la sorprendió.
“Contra todo pronóstico, ganamos en primera vuelta la elección hacia la dirección de la carrera”, dice sujetando el aro de boda de su padre, que ahora cuelga de su pecho atado a una delicada cadena.
Para Fátima, su llegada a la dirección se constituyó no solo en un hito real e histórico en el ámbito académico, sino también en algo simbólico para las mujeres, mostrando que ellas también pueden ocupar cargos jerárquicos.
Además, la igualdad de oportunidades se empezó a promover con más intensidad desde su gestión, gracias a la apertura de cursos relacionados con la temática de Derechos Humanos y la perspectiva de género que conduce y pretende la igualdad. Se puso sobre la mesa del debate académico los derechos de las diversidades y otros temas –que habitualmente hubiesen resultado incómodos.
Tardío asegura que cuando uno ha vivido injusticias en carne propia, el sentido de justicia y la lucha en contra de ellas se agudiza en los seres humanos. Ella no es la excepción.
“He tenido que lidiar con varios comportamientos machistas e incluso misóginos”, cuenta respecto a las iniquidades que tuvo que encarar por su mera condición de mujer.
“Recuerdo que una de las experiencias más duras fue un pasquín anónimo que dejaron en los baños a los pocos meses que asumí la dirección”, dice bajando la mirada y adentrándose en lo más profundo de sus memorias.
El pasquín se refería a ella denigrándola por ser mujer, refiriéndose a su vida privada y hasta cuestionaban su tendencia sexual. Los insultos nos dejaban nada a la imaginación.
“Estaba destinado a insultarme, pero no como política, como profesora o como directora, sino que el cuestionamiento, infamias e injurias, estaban directamente relacionadas a mi condición de mujer”.
El anónimo era una amenaza no solo para ella, sino que buscaba asustar a cualquier otra mujer que se atreviese a romper con lo establecido por una sociedad en la que las mujeres no tenían cabida.
“Esos estereotipos aún siguen. Los podemos ver con la reciente asunción de la presidenta”, agrega explicando que los insulto que emergieron hacia la primer mandataria, lejos de ser sobre su forma de manejo del país o sus capacidades, se centraron en su aspecto físico y en su vida privada, centrándose sus críticas en el ámbito sexual. Sus casos son dos gotas de agua frente al espejo, dentro de un mar.
Ser mujer y estar al mando, no resultaba un trabajo sencillo. Recuerda que la dirigencia estudiantil que le tocó cuando asumió como directora de la carrera era muy reaccionaria. “Me atacaron como a ningún director hombre”, asegura explicando que durante esos años sufrió violencia física, psicológica y hasta secuestros. “Como ningún otro hombre”, repite.
Pese a las adversidades, su lucha por la justicia y por los derechos de las mujeres y de las y los estudiantes en general, se vio plasmada en diferentes ámbitos. De hecho, una de las acciones cumbre de su gestión fue denunciar casos de acoso sexual dentro de la universidad y llevarlos a instancias procesales, sentando un precedente para frenar ese tipo de prácticas en el ámbito académico.
“Hay un antes y un después respecto al acoso desde mi gestión”, declara con convicción, asegurando que tanto hombres como mujeres deben denunciar este tipo de casos. Su lucha es y será incansable, como ella.
Amante de la salsa y de la ópera, asegura que se ha preparado académicamente y profesionalmente para asumir puestos jerárquicos y no descarta postularse en el futuro como vicerrectora, siguiendo con la carrera que ha hecho en la universidad durante más de 12 años. Su poder femenino seguramente la seguirá acompañando en el camino.
Muy buena entrevista de una mujer fuerte y representativa de nuestro medio. Felicidades Mercedes.