Mildred Espinoza Abramovsky es médica cirujana y desde hace casi dos años, a su demandante rutina profesional, se ha sumado su faceta de madre lactante en medio de uno de los contextos sanitarios más polémicos del último siglo: la pandemia por la COVID-19.
Pasó casi año y medio entre el nacimiento de su hijo y la posibilidad de tener acceso a una vacuna. Sin embargo, con la vacuna ya en el mercado entre finales de 2020 y principios de 2021, la joven madre relata que la esperanza de vacunarse se materializó pronto, al abrirse los cupos prioritarios para los médicos del país.
“Son muchos los estudios que muestran que son totalmente compatibles la lactancia materna y la vacuna, en cualquiera de los laboratorios en los que está disponible la vacuna”, explica Mildred, quien como médica, pero especialmente como madre, dedicó incontables horas de estudio a las vacunas antes de inmunizarse.
“Estudios más recientes demuestran que también es buena la aplicación en madres gestantes”, acota.
Recortes de prensa de marzo de 2021, cuando los primeros grupos de pacientes ya habían recibido la segunda dosis, corroboran los datos que proporciona Mildred.
Tanto en México como en Estados Unidos se registraron nacimientos de bebés con anticuerpos, tras que sus madres, trabajadoras del sector de la salud, recibieran las vacunas de Pfizer/BioNTECH y Moderna respectivamente, en las últimas semanas de gestación.
“Al principio todo el mundo tiene un poco de miedo”, reconoce Mildred, quien tras largas conversaciones con el pediatra de su hijo de un año y medio, decidió aplicarse la vacuna.
“Me la pusieron, al llegar a casa me desinfecté siguiendo mi protocolo de bioseguridad y acto seguido le di de mamar a mi hijo”.
La madre asegura que ni ella ni su bebé tuvieron reacciones adversas, ni se sintieron mal con ninguna de las dosis de la vacuna.
La duda que le quedaba era si de alguna forma, su hijo también estaba recibiendo anticuerpos a través de su leche. Mildred asegura fueron alrededor de siete madres médicas lactantes las que recibieron la vacuna en diferentes fechas, y que tenían la misma duda: ¿hay anticuerpos en la leche?
“Ningún laboratorio de Santa Cruz autorizado por el Sedes nos quiso hacer la prueba”, dice sobre la realidad en el país.
Ante la negativa de los laboratorios, Mildred, decidió analizar su leche a través de una prueba rápida. Los resultados fueron positivos. Según la prueba, su leche había desarrollado anticuerpos IgG, aunque no podía contrastar el resultado en un laboratorio con un procedimiento más completo.
La inmunoglobulina G (IgG) es el tipo de anticuerpo que más abunda en el cuerpo. Se encuentra en la sangre y en otros fluidos, y brinda protección contra las infecciones bacterianas y víricas. La IgG puede tardar un tiempo en formarse después de una infección o vacunación.
La madre espera que su hijo cumpla dos años en las próximas semanas para realizarle el control de laboratorio de rutina y allí aprovechar la muestra de sangre para finalmente saber si creó anticuerpos para el SARS-Cov-2, a través de la lactancia materna.
La ciencia
El pasado 12 de abril el pediatra Ilan Youngster, especialista en enfermedades infecciosas del Centro de Investigaciones de Microbioma del Centro Médico Shamir de Israel, publicó un estudio sobre los anticuerpos en la leche materna tras la vacunación contra el COVID-19.
En diciembre de 2020, cuando empezó el proceso de vacunación en Israel, el personal de salud y de alto riesgo estuvo en los grupos prioritarios de vacunación; en estos había mujeres embarazadas que recibieron la vacuna, pese a que los estudios de prueba de la misma no habían contemplado a la población gestante ni lactante.
Con este contexto y con un puñado de dudas por delante, el médico decidió liderar un estudio acerca del impacto de la vacuna en la leche materna y su posible desarrollo de anticuerpos.
Las muestras de leche de 84 mujeres fueron colectadas antes de recibir la vacuna y dos semanas después de recibir la primera dosis, volvieron a colectar muestras una vez a la semana durante seis semanas, para someterlas a un monitoreo constante.
“Los niveles medios de anticuerpos IgA específicos anti-SARS-CoV-2 en la leche materna aumentaron rápidamente y se elevaron significativamente a las dos semanas después de la primera vacuna, cuando el 61,8% de las muestras dieron positivo”, versa el documento, donde explica que los anticuerpos aumentaron al 86,1% en la semana 4 (1 semana después de la segunda vacuna).
El estudio también revela que: “Los anticuerpos IgG específicos anti-SARS-CoV-2 se mantuvieron bajos durante las primeras tres semanas, con un aumento en la semana cuatro, cuando el 91,7% de las muestras dieron positivo, aumentando al 97% en semanas cinco y seis”.
Según la investigación, ninguna madre o bebé tuvo un efecto adverso severo en el tiempo en el que se llevó a cabo el estudio.
Aunque el estudio tiene limitaciones, porque no se realizaron pruebas funcionales, los anticuerpos encontrados en la leche, sugieren tener un efecto protector contra la infección del lactante.